Psicodélicos y el solsticio

En After the Rains, orientamos nuestros eventos, cuando es posible, en relación con eventos astronómicos significativos. Aquí te explicamos por qué...

Oliver Sutton Owen, Ines Dibarboure

12/20/20235 min leer

En After the Rains, orientamos nuestros eventos, cuando es posible, en relación con eventos astronómicos significativos y nos gustaría aprovechar esta oportunidad para explicar por qué lo hacemos y, de paso, explorar la relación entre psicodélicos y festivales arcaicos como el solsticio.

La experiencia psicodélica es diferente para cada uno, pero uno de los puntos en común que la gente tiende a resaltar es que revela que hay una falta de orientación en el corazón de la experiencia humana tal como se vive actualmente. En su forma más extrema, esto se puede expresar mediante la convicción de que nos hemos equivocado en absolutamente todo. Una versión más suave podría señalar nuestra fijación en cosas como los logros individuales, la ambición personal y la acumulación de riqueza. De cualquier manera, después de una experiencia psicodélica, uno a menudo siente que ha alcanzado un estado de simplicidad y coherencia que exige reevaluar las prioridades y valores con los que hemos operado hasta ahora. ¿Existe una orientación más apropiada que sea más humana?

Muchos insistirán en que no, que todas y cada una de las formas de orientarnos, ya sea individual o colectivamente, son una construcción social incrustada por la cultura dominante. En cierto sentido, esta es la opción fácil: no hay nada más que los juegos que jugamos y, por lo tanto, realmente no se nos exige que hagamos nada más que continuar jugando nuestros juegos hasta el fin.

Y aun así...

… después de la experiencia psicodélica, ¿no sentimos reverencia? ¿No nos sentimos rozados por lo sagrado? ¿No se manifiestan estos sentimientos en nuestro estupor ante el cielo nocturno estrellado y el sol naciente, esa estrella que nutre a la Tierra? ¡Nuestra Tierra! El planeta que nos forma, nos viste y nos alimenta y al que le debemos absolutamente todo. ¿No vemos los hilos que conectan el despertar de una semilla con el regreso de la luz del sol después del frío del invierno? ¿No sentimos la creciente vitalidad que conlleva la llegada de la primavera y nos sentimos animados a embarcarnos en ese proyecto que durante las oscuras tardes de invierno no parecía más que una quimera? ¿No entendemos plenamente, aunque sea por un momento, por qué nuestros antepasados, casi todos, ​​en todos los lugares y en todos los tiempos, celebraron el equinoccio de primavera y se orientaron a sí mismos y a sus prácticas culturales con respecto a él? Con respecto a él y con respecto al solsticio de verano, al equinoccio de otoño y al solsticio de invierno, puesto que cada uno de ellos tiene un significado específico para la vida emocional de las personas, las plantas y el planeta. ¿Y no hemos comprendido, aunque sea fugazmente, que los meses tal como están constituidos actualmente no son más que pálidas sombras del verdadero mes, del único mes; el ciclo lunar, que no puede reducirse a un número ordenado de días ni encajarse claramente en el año solar por ser su propio ciclo de tiempo que ejerce una influencia complementaria pero distinta sobre la vida del planeta?

¿Y no es razonable, en respuesta al sentimiento de desamparo que sube desde nuestro estómago y se hincha hasta nuestro pecho, preguntarnos cómo diablos llegamos a estar tan desconectados, tan desposeídos de una herencia que se remonta a tiempos inmemoriales y llega hasta los límites de nuestra imaginación, mucho más allá de nuestra propia existencia terrestre? ¿Cómo llegamos a olvidarnos de un derecho de nacimiento que nuestros antepasados ​​apreciaban y cultivaban? El derecho que nos llegó en virtud de haber nacido en el sistema solar, bajo la influencia de la luna, en este ecosistema natural.


La experiencia psicodélica ayuda a recordarnos todo esto, a recordarnos aquello que habíamos olvidado. Pero a medida que los efectos comienzan a desaparecer, a medida que empezamos a recuperarnos, un recuerdo diferente nos reclama... necesitamos regresar a la ciudad, mañana es lunes (el día de la luna, ¿recuerdas?) y necesitamos estar en el trabajo a las 9 de la mañana en punto, con los ojos brillantes para el comienzo de otra semana, otro ciclo ajeno a los ciclos de la naturaleza.

Pero hoy, cuando nos encontramos en la cúspide de otro solsticio de invierno, esa gran fiesta de nuestros antepasados ​​reinventada por el cristianismo como Navidad, estamos invitados a recordar que este es el punto más oscuro del pleno invierno, el día más corto y la noche más larga. Los árboles han perdido sus hojas, el crecimiento prácticamente se ha detenido y muchas plantas han muerto por completo, dejando no más que una semilla a la espera de condiciones astronómicas y meteorológicas favorables. El sol saldrá mañana por la mañana, pero a diferencia de los seis meses anteriores, el lugar por donde saldrá no estará más al sur que el día anterior, ya que el arco de su recorrido diario a través del cielo se ha contraído hasta su punto más estrecho y desde este día en adelante aumentará progresivamente hacia el este y se pondrá más hacia el oeste. Cada día habrá un poco más de luz y, cuando lleguemos al equinoccio de primavera, las hojas volverán a los árboles, habrá un nuevo crecimiento y la semilla habrá producido un brote que se abrirá paso a través del suelo en busca de la luz. El solsticio de invierno representa una promesa, la promesa de que en lo más profundo del invierno, en el momento de la noche más larga y el día más corto, la vida y la luz regresarán y que la muerte será vista solo como un momento en un ciclo más grande.

Del mismo modo que sucede con el mundo natural, así es para nosotros, el solsticio de invierno representa una oportunidad para recordar. ¿Cómo hacerlo? En primer lugar, tomando una pausa el viernes 22 de diciembre para conmemorar este hecho. Quizás al amanecer para ver exactamente por dónde sale el sol y anotar cómo a partir de este día irá saliendo progresivamente más hacia el este, organizando una reunión o incluso una pequeña ceremonia. Puedes utilizar dicha ceremonia como pretexto para considerar las potencialidades que habitan dentro de nosotros y que pueden realizarse durante el próximo año, a medida que regresan la luz y la vida.

Como cultura y como especie estamos perdidos. Nos aferramos a formas de hacer las cosas que intuitivamente sabemos que son destructivas tanto para nosotros como para el entorno natural. Y sin embargo seguimos haciéndolas porque parece que todo en el mundo apoya y normaliza dichas formas de comportarnos. Sin embargo, existe una orientación alternativa que puede descondicionarnos suavemente de los efectos alienantes de nuestra herencia cultural y reconectarnos con la naturaleza, el cosmos y nuestros semejantes, independientemente de su cultura o nacionalidad.

Nunca ha habido un cambio cultural profundo sin un cambio de calendario, sin una transformación en la orientación de las personas hacia el tiempo. Roma adoptó un calendario que comenzó desde la fundación de la ciudad de Roma. El cristianismo adoptó un calendario que comenzaba con el nacimiento de Jesús. El Islam eligió como punto de partida la huida de Mahoma a Medina. Todos ellos apoyando en vano un sesgo cultural insostenible y unidireccional. Y a pesar de ello, a lo largo de éstas y todas las demás épocas del hombre, las estaciones han seguido cambiando, la luna ha pasado por sus fases y las estrellas han girado en el cielo nocturno de modo imperceptible para todos, excepto para los ojos más atentos. Las plantas han crecido y han muerto, los imperios han surgido y caído y en todas partes los pechos que respiran se han expandido y contraído. Y de todo esto es de lo que está hecha nuestra conciencia.

Aunque parezca difícil hacer espacio en el ajetreo de nuestras vidas para honrar este nuevo enfoque, no requiere mucho esfuerzo. Podemos empezar a crear un cambio cultural dando pequeños pasos que se alineen con las enseñanzas de lo que nos recuerda la experiencia psicodélica. El primer paso puede ser la celebración del solsticio de invierno mañana.