Sobre el perdón y el permiso para mostrarnos
Una reflexió sobre, Cuerpo de Mujer, Sabiduría de Mujer


Hay un corredor muy estrecho en el que cabe lo socialmente correcto pero ese espacio, amigas, lo vamos creando a golpe de vulnerabilidad expuesta. Y es que mi transgresión te libera a ti y viceversa. Es así como vamos haciendo socialmente ese espacio un poco más grande. Violando el espacio de lo socialmente correcto, vamos dando cancha a la liberación de la individualidad. Ayer leía en el libro Cuerpo de Mujer, Sabiduría de Mujer un ejemplo (muy vigente en mi experiencia) de la necesidad que tenemos las mujeres de pedir perdón por mostrarnos imperfectas (es decir, reales). Cuando alguien viene a casa y esta no está limpia/ordenada, ¡pedimos perdón! Y no, no hablo solo de mi madre o mujeres de su generación. Hablo de mujeres jóvenes, viajadas, empoderadas, autocuestionadas que ¡siguen haciéndolo! Y ¿qué pasa si dejamos de pedir perdón por mostrarnos como somos? Que automáticamente, nos damos permiso para ser imperfectas. Te muestro mi caos y tú ves reflejado el tuyo, te muestro que hay una brecha que nos conecta, que no hace falta que juzgues esa parte de ti. No soy madre, pero es común ver a madres disculparse cuando sus hijos no se comportan “como es debido”. ¿Por qué iba a pedirte perdón porque mi niño llora? Quizás si dejo de hacerlo, alguna otra madre puede respirar un poco menos afligida cuando su cachorro se marque un despliegue de rabia.
No se trata de pedir perdón en lugar de permiso. Se trata de dejarme ser, aunque te joda un poco, aunque hoy te incomode, porque algún día eso te dará permiso para dejarte ser como eres en tu imperfección, por llorar en público, por romperte y mostrarlo.
Cuando voy a realizar un acompañamiento psicodélico, pido a las personas que, en caso que quieran, me den detalles sobre lo que sea que atraviesan en ese momento. Esto les da en realidad permiso para hablar de ello. Pondré como ejemplo el de una mujer que comentaba su necesidad de establecer un vínculo más estrecho con una compañera de trabajo con la que tiene afinidad, pero a la vez evitaba contarle sus malestares por no incomodarla. Yo le recordé que, probablemente, al incomodarla con su intimidad, le daba permiso a ella para expresar la suya y es que es así como se crea la vulnerabilidad compartida de las relaciones que valen la pena. Te incomodo, sí, y con ello creo un espacio nuevo de más apertura, una nueva capa.
Por eso creo que es tan valioso compartir experiencias psicodélicas en grupo, porque a menudo se crea esa fricción que es imposible en las sesiones individuales. A menudo el otro cruza una línea que libera algo en mis adentros y me da permiso para ser sin pedir perdón ni permiso.